23 de abril de 2011

La Semana Santa y la verdadera Iglesia




Embebido en el espíritu de la Semana Santa, por eso del lado piadoso que todos tenemos, he vacilado entre la entre la comunión y la contemplación sinceras y la vergüenza que me produce la actual iglesia católica. Bueno, para ser más exacto, y justo, la vergüenza que me produce la jerarquía eclesial y la mayoría de sacerdotes. Aclaro esto porque la verdadera iglesia es el pueblo de Dios, al menos en el sentido teológico de la palabra y no en el significado que por extensión ha tomado y que nos remite justamente al clero y sus jerarcas. Entonces sería injusto, e inexacto, decir que me avergüenza el pueblo de Dios, que me avergüenzan sus creyentes, dentro de los cuales me cuento, reitero.

Pero antes de hablar más del pueblo de Dios vale la pena señalar las causas de la profunda vergüenza que me produce la jerarquía eclesial, donde claro está, se halla El Vaticano. Primero que todo me indignan los muchísimos casos de pederastia. Bueno, por alguna extraña razón, en el clero se halla muy extendido este nauseabundo comportamiento de la pedofilia, que por otro lado resulta ser un delito en todos los sistemas jurídicos (sin hablar de lo social o moral u otros). Pues me molesta que la jerarquía no haya hecho absolutamente nada por controlar eso. Incluso se bromea, muy en serio, con que se estimula.

El otro motivo de vergüenza es mucho más viejo, se trata de la postura de la jerarquía eclesial respecto de aquellos por los que supuestamente debe velar, hablo de la inmensa mayoría de los miembros de la congregación de sus fieles, los pobres. Mejor lo dice el imprescindible Leonardo Boff:

“El Dios de Jesús es el Padre de bondad infinita// que da primacía a los pobres (…)
El culto que le agrada// es principalmente el servicio a los demás,// de manera especial a los más pequeños,// en los cuales se manifiesta y esconde.”[1]

Claro, la explicación de este incumplimiento de la verdadera razón de ser la iglesia como institución, es fácil. La jerarquía eclesial simplemente asume una posición de clase social. Como jerarquía que es disfruta de la riqueza y no quiere, para nada, que ello cambie, lo cual tiene como reverso que tampoco quiere que los pobres y humillados salgan de esa condición. Cosa bien diferente es la práctica de Jesús, quien se torna otro de los humillados del mundo cuando, en la segunda estación del Viacrucis, carga su cruz en medio de burlas y agresiones.

Entonces recuerdo que Jesús vino como pobre, que despreciaba la riqueza, que echó a los ladrones y usureros del templo, que aseguraba la absoluta imposibilidad de que un rico entrara al reino de los cielos con su parábola del camello y la aguja. Recuerdo todo eso y refuerzo mi fe, la misma fe de los primeros cristianos, de Monseñor Romero, de Ernesto Cardenal y del mismo Leonardo Boff. Eso es lo que me impulsa en mis creencias más profundas. Un cristianismo donde se propende por el servicio a los más débiles y por la concreción del Plan de Dios para el hombre. Un cristianismo abordado desde la perspectiva de la única corriente filosófica originaria de América Latina: la Teología de la Liberación.

Cierro mi escrito recordando al máximo exponente de la Teología de la Liberación, el cura Camilo Torres. Este colombiano vivió plenamente su compromiso con la palabra de Dios y con los pobres del mundo. Esto mismo lo llevó al martirio hace ya 45 años, un martirio que ilumina la vida y obra de todos los creyentes que veneramos al que murió en la cruz por todos nosotros, los pobres del mundo.

P.S. Continuando con una buena costumbre les comparto una salsa espectacular donde Blades honra a Monseñor Romero y una tonada donde el mismísimo Víctor Jara hace lo mismo con Camilo.


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[1] Leonardo Boff. VIA CRUCIS DE LA JUSTICIA.